Mundo ficciónIniciar sesiónSe despidieron del pianista al pasar hacia el lobby, de la mano, después de pedir que les enviaran los lirios y lo que quedaba del champagne a la suite de Stu. En el ascensor él volvió a abrazarla, porque C permanecía quieta y silenciosa, la vista baja, como ausente. Ella dejó escapar un suspiro entrecortado.
—¿Cansada? —le preguntó.
—No. Me siento como la boa del Principito después de comerse un elefante. Necesito digerir. —C soltó una risita y le guiñó un ojo—. Tú no eres un elefante cualquiera.
Stu asintió riendo por lo bajo. Mantuvo un brazo en torno a su cintura para conducirla hasta la suite, y tan pronto estuvieron dentro, la atrajo para besarla sin prisa. En la van sólo deseaba llegar allí para tener sexo. Pero luego de la última media hora, sólo quería retener a C entre sus brazos hasta que se durmiera acurrucada contra su pecho. Al parecer se había tomado demasiado en serio lo de terminar la velada con un momento romántico.
C vio que sus labios







