Sentada sobre las rodillas de Stu, C escribió algo y se lo mostró. La tormenta se agotaba afuera, y por algún milagro, el teléfono de C era capaz de detectar una pizca de internet, lo suficiente para utilizar el traductor. Rió al verlo entornar los párpados, tratando de leer lo que había en pantalla sin sus lentes.
Stu precisó leer la traducción dos veces y luego reordenarla en su cabeza casi palabra por palabra para encontrarle sentido.
—Deberíamos aprender a pasarla tan bien sin hierba —murmuró—. ¿Eso fue lo que escribiste?
C asintió y escribió algo más. Los brazos de Stu la estrecharon apenas logró comprender aquella traducción literal. Ella le decía que nunca se había sentido así, y quería sentirlo con la misma intensidad sin necesidad de hierba ni alcohol.
—Sí, tienes razón —asintió. Iba a agregar algo más y se interrumpió. Su cabeza podía estar en una nube, pero supo instintivamente que no era momento de decir ‘con el tiempo lo lograremos’.
Ella intentó levantarse y él no se lo