Terminó Cornered y comenzó Expendable, otro de los viejos éxitos de Slot Coin. C empujó a Stu suavemente hacia atrás, sólo un par de pasos, para poder saltar y sacudir la cabeza sin chocarse con él. Stu se dejó arrastrar por el riff de Johnson como cuando estaba en el escenario. Y fue su turno de encontrar la mirada de C, capturarla con su intensidad, cantar a todo pulmón para ella, que bailaba y sonreía, y lo acompañaba en los momentos justos para acentuar la letra, improvisando segundas voces que lo hundían aún más en su propia música.
El tiempo se detuvo mientras las canciones de Slot Coin sonaban una tras otra, nuevas y viejas, hablando de política y de amor y de injusticias, de las alegrías cotidianas y de las tristezas del hombre común, de dudas y pérdidas, del pasado, del desafío de crecer, de esperanzas y cambios, de los que viven ignorados, de quienes se obstinan en no bajar los brazos.
Stu y C las cantaban, las bailaban, las susurraban, las saltaban.
Ella reía en aquel sueño