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Cuando corté y alcé la vista, me di cuenta de que estaba sola en la cocina comedor. Ni siquiera te había visto salir de la habitación, no tenía idea si te habías ido a la pieza, o a la playa, o a la calle. Dejé el teléfono sobre la mesa oteando hacia la playa: no estabas a la vista. Me levanté de la mesa intrigada por tu ausencia. Entonces vi de refilón tus pies cruzados sobre la cama. Te habías ido a recostar un rato.

Sonreí al descubrir dónde estabas, levanté la mesa sin apuro y me demoré lavando los platos. Me sentía mucho más tranquila después de hablar con los chicos. Era como si su consulta hubiera señalado una piedra en mi zapato. Me había obligado a admitir que estaba y sacarla a la luz para verla mejor. Había quedado expuesta tal cual era, sin vueltas, sin negaciones. Y había salido de mi zapato.

Ahora me podía parar más firme para enfrentar la cuestión. Sí, quería a Martín de vuelta en la banda. ¿Por qué? Porque él era parte de la banda, tanto como J

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