Yo comía, escuchándote sin interrumpirte, porque era inusual que te pusieras tan locuaz. A tu ritmo tranquilo e introspectivo, pero locuaz al fin.
—Por ejemplo, como dijiste: cena en casa. Salvo cuando estoy con las niñas, no recuerdo cuándo fue mi última cena en casa normal, agradable. De modo que es natural que signifique algo para mí. Pero, como tú también dijiste, ¿tiene sentido hablarlo? ¿En este momento? Tal vez deberíamos simplemente seguir haciendo cosas, seguir viviendo, compartiendo momentos. Y cada uno debería tratar de registrar qué y cómo se sintió, dejar que se asiente y luego tal vez, y sólo tal vez, hablarlo.
Me acodé en la mesa y te dediqué mi sonrisa más embobada.
Volviste a alzar las cejas, esta vez preguntando a qué se debía mi expresión.
Me encogí de hombros. —Nunc