C lo aguardó a pocos pasos del elevador. Stu se detuvo en el corredor amplio y vacío frente a ella y deslizó un brazo por su cintura para atraerla hacia él. Pero al inclinar la cara para besarla, se topó con su ceño un poco fruncido.
—Qué —preguntó en voz baja, sin soltarla.
—Estoy teniendo un pequeño… problema de límites —replicó ella muy seria.
—¿Un qué?
—Un problema de límites. O sea, ¿qué se supone que haga en esta situación? —Señaló el brazo de Stu reteniéndola contra él—. ¿Se supone que te regañe por hacer algo así donde cualquiera puede vernos? ¿O debería saltarte al cuello en respuesta? ¿O preferirías que no te rechace pero tampoco te busque? ¿O debería tener más iniciativa, y en ocasiones buscarte yo a ti?
En cualquier otra circunstancia, con cualquier otra persona, Stu se habría reído a carcajadas de semejante planteo. Pero comprendía que C se estaba absteniendo de pedir definiciones importantes. Pedía orientación en cuestiones más simple