Mateo sintió que la situación se le escapaba de las manos. La rabia de Sofía era justificada, su dolor era notable. Y él, con las manos atadas, no podía más que ver cómo su mundo se derrumbaba.
—Sofía, tienes que creerme. No tengo nada que ver con esto. ¡Mi proyecto contigo es lo único que me importa! ¡Lo que hemos construido!
Pero Sofía ya no escuchaba. Sus ojos, antes llenos de amor y brillo, ahora estaban oscuros con la desconfianza. La imagen de Mateo con Alejandro y Beatriz en el local, las palabras de Alejandro sobre su "ambición a lo grande", todo adquiría un significado siniestro a la luz de ese mensaje.
—¿Lo que hemos construido? ¿Fue solo un juego para ti? ¿Un "trampolín", como dijo Alejandro? ¿Para luego comprar mi local a un "precio ridículo"?
—¡No digas eso, Sofía! —Mateo intentó agarrar sus manos, pero ella las retiró bruscamente.
—¡No me toques! —La voz de Sofía se quebró, las lágrimas asomando a sus ojos—. Todo este tiempo… la competencia, la fusión, los besos… ¿Fue to