Capitulo 10

Mateo se acercó a la mesa de Sofía, donde ella estaba guardando las últimas herramientas.

—Vaya noche, ¿eh?

Sofía se giró, su mirada encontrando la de él. Sus ojos aún brillaban, pero ahora con una emoción más profunda.

—Increíble. Pensé que me iba a desmayar cuando Eduardo pidió hablar con nosotros.

—Y yo —Mateo sonrió—. Pero lo hicimos. Lo hicimos juntos.

La distancia entre ellos era mínima. La adrenalina de la noche aún corría por sus venas. Mateo extendió una mano y le acarició suavemente la mejilla, rozando con el pulgar la piel tibia de Sofía.

—Estoy orgulloso de ti, Sofía. De lo que eres. De lo que creamos.

Sofía cerró los ojos por un instante, sintiendo la calidez de su toque. El contacto era un bálsamo para la tensión, una confirmación de todo lo que sentía.

—Y yo de ti, Mateo.

Abrió los ojos y lo miró. En su mirada, vio el reflejo de sus propios sentimientos: la admiración, el cariño, el deseo. El miedo a lo que se había atrevido a sentir por él, se había desvanecido con la
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