— ¡No digas tonterías! – regaña mandón — te ves muy bien…
— Hasta que hable, hasta que me pregunten y deba decirles donde nos conocimos – espeta.
— ¿Y dónde nos conocimos? – indaga para tranquilizarla ya que se ha percatado de que hacerla hablar es buena idea.
— ¿En el bar? – responde rodando los ojos por la obviedad.
— ¿Y que hicimos? – Lea se detiene en lo alto de la suntuosa escalera para mirarlo como si fuese de otro planeta.
— Nos emborrachamos, bailamos y luego nos fuimos a un hotel – susurra muy cerca de su rostro.
— ¡Exacto! – él se acerca un poco más mirando sus labios colorados de tanto morderlos — ahora agrega que lo hemos hecho cada semana por lo menos dos meses y aquí estamos – la acerca a él por la cintura y coloca la frente sobre la suya.
— ¿Qué haces? – dice ella en voz baja.
— Disimulo – explica con esa sola palabra.
— ¿Por qué? – intenta zafarse y no puede.
— Porque Gretta está justo debajo de nosotros – ella abre la boca y él quiere besarla, pero se cont