La seriedad de Marcus hizo que Rubí se sintiera incómoda. No respondió. En su lugar, tomó el certificado de matrimonio y la caja, los guardó en su maletín y caminó hacia la cama. Luego se acercó a la ventana y abrió las cortinas.
Desde aquella altura, se desplegaba una vista majestuosa. La suite presidencial estaba en uno de los pisos más altos de la ciudad. A través del ventanal de piso a techo, la ciudad nevada se extendía ante sus ojos. A pesar del frío y los copos que descendían lentamente, la vida en las calles no se detenía; las personas iban y venían envueltas en abrigos gruesos, las luces de los vehículos reflejaban destellos en el pavimento mojado.
Marcus se colocó junto a la ventana y, con voz grave, dijo:
—Te daré lo mejor.
Rubí no pudo evitar acercarse, pero por dentro, comenzaba a sentirse cada vez más insegura.
La discusión de la noche anterior había nacido por lo mucho que le importaba Marcus. Ahora que él había sido claro sobre sus sentimientos, Rubí no podía evitar s