Pero entonces, las lágrimas comenzaron a correr por el rostro de Emily, quien la miraba con tristeza e impotencia.
—Rubí, por favor… no tengo otra opción. Si la tuviera, no me atrevería a molestarte. Te lo suplico… solo tú puedes salvar a mi hermano.
Rubí frunció el ceño, dudando. Guardó silencio mientras intentaba encontrar una respuesta adecuada.
Negarse en ese momento solo la haría parecer insensible.
—Emily… yo tampoco sé qué decirte. Déjame pensarlo —respondió al fin.
—Prometo que nadie te verá. Y tal vez… podrías ayudarme a suplicarle al señor Maxwell. Llevaré a mi hermano a la casa de los Maxwell para que se reúnan allí. Es un lugar seguro, sin reporteros ni curiosos —propuso Emily.
Rubí volvió a fruncir el ceño.
—Déjame hablar primero con Marcus. Después de todo, sigue bastante molesto por lo que pasó la última vez…
—Solo tienes que convencer a mi hermano —insistió Emily.
Rubí asintió con un suspiro.
—Está bien. Dile que venga esta tarde. Yo hablaré con Marcus. No creo que se