Rubí la miró con curiosidad.
—Ah, de acuerdo —respondió, mientras Sherry le ofrecía un pastel de color verde brillante. Rubí le dio un mordisco y sus ojos se iluminaron—. ¡Está delicioso! ¿Lo preparó usted, Sra. Thompson?
Sherry asintió con orgullo.
—Sí, lo hice esta mañana. Usé ingredientes frescos y hasta recogí la artemisa personalmente en las montañas. ¿Te gusta? A la Sra. Jensen también le encanta.
—¿En serio? Entonces tenemos los mismos gustos —dijo Rubí con una sonrisa, aunque su voz sonó algo nostálgica.
En ese momento, el camarero entró con los platos principales. Eran seis platillos, una sopa y un pequeño postre. Ninguno tan sofisticado como los banquetes de la familia York, pero cada uno tenía un encanto especial, ese sabor cálido de la comida casera.
Sabrina los observó y, al pensarlo, no pudo evitar sonreír con ternura.
Rubí sirvió una taza de sopa para Sabrina y otra para Sherry, mientras señalaba uno de los platos.
—Este combina muy bien con la sopa —dijo con entusiasmo