—Bueno, ¿por qué no vas a jugar con tu tío Dan mientras mamá se reúne con unas invitadas? —le dijo con suavidad.
Dylan vaciló un instante, pero sabía que estar con Dan siempre era divertido, así que no protestó.
—Está bien, mami.
—Perfecto —dijo Rubí con una sonrisa—. Ve, entonces.
Cuando Dylan salió, Rubí dio algunas indicaciones al personal para que sirvieran varios platos especiales en la sala privada, y luego se dirigió a recibir a Sabrina.
Aunque el restaurante se especializaba en comida rápida de rango medio y sus principales ganancias venían de los pedidos a domicilio, el local nunca estaba vacío. La decoración era única: cálida, moderna y acogedora. Los muebles de madera de estilo vintage le daban un toque hogareño sin perder elegancia.
Cuando Rubí llegó a la habitación privada, apenas tocó la puerta, escuchó la voz de Sabrina desde dentro:
—Adelante.
La puerta se abrió, y Rubí la vio de pie. Por alguna razón, los ojos de Sabrina se llenaron de lágrimas apenas la vio.
—¡Rubí!