El corazón de Rubí se derritió. Lo levantó en brazos con ternura, y el pequeño se acurrucó en su hombro. Entonces, Rubí sintió un leve tirón en la parte trasera de su blusa. Dylan, con disimulo, tiraba de su ropa como si intentara bajarla... justo donde estaba aquella cicatriz que Marcus deseaba confirmar.
—¿Dylan? ¿Qué haces? ¿Por qué me jalas la ropa? —preguntó Rubí, intentando mirarlo.
—Tengo hambre —respondió Dylan rápidamente, interrumpiendo su acción. Su manita se congeló y luego giró la cabeza hacia su padre, con una mirada nerviosa.
Marcus le respondió en silencio con una mirada que claramente decía "continúa". Rubí, confundida por los extraños gestos entre padre e hijo, frunció el ceño.
—¿Qué están tramando ustedes dos?
Ninguno respondió.
Finalmente, Rubí negó con la cabeza. No tenía energía para intentar descifrar su comportamiento.
—Está bien, vamos a comer. Llegaron justo a tiempo… otra vez. Ayer fue lo mismo, justo después de que tu secretaria se apareciera en casa de mis