Rubí se lamentaba internamente; sabía que cuando Marcus se enfadaba, las consecuencias podían ser graves. Su prioridad ahora era recuperarse por completo y luego convencerlo lo antes posible.
Al tercer día, su cuerpo ya estaba restablecido y la enfermera que la atendía se retiró. Durante esos días había estado alimentándose de avena, lo que le devolvió un aspecto saludable. Aquella mañana se despertó temprano, se arregló con esmero y se maquilló un poco. Decidida a enfrentar el problema con Marcus, bajó a la cocina para preparar un desayuno abundante.
Cuando terminó, subió a cambiarle la ropa a Dylan. Después lo llevó al baño y le apretó la pasta de dientes, mostrándose atenta y cuidadosa. Dylan, quizá por sentirse avergonzado, quiso hacerlo él mismo. Tras cepillarse, levantó la mirada hacia Rubí con ojos agradecidos, como si quisiera preguntar por qué era tan buena con él. Ella sonrió y le explicó con ternura:
—Mami ya está bien, así que debo cuidarte para compensar mis errores de an