Marcus se limitó a mirarlos en silencio. Rubí, incómoda, levantó la vista y se encontró con sus ojos. El contacto duró apenas un instante: enseguida apartó la mirada y abrazó con fuerza a Dylan, fingiendo enojo.
—Dylan, duerme un rato, ¿de acuerdo?
El niño negó con la cabeza y lanzó una mirada de reproche a su padre, como si lo culpara por no ayudarlo en ese momento crítico. Luego rodeó a Rubí con sus bracitos, recostó la cabeza en su hombro y suplicó con voz suave:
—Mami, vuelve. Papá y yo te extrañamos mucho. ¿Puedes regresar a casa? Te lo prometo, no te molestaré. Mami…
La apretó con tanta fuerza que parecía que no la dejaría ir si no aceptaba. Rubí alzó la vista hacia Marcus. Él seguía serio, de mal humor, sin pronunciar palabra.
En ese instante, ella entendió. Pensó equivocadamente que quizá él ya tenía otra mujer en su vida. Pero no era un asunto que pudiera discutir frente a Dylan. Con una sonrisa forzada, lo acarició y dijo:
—Ve a dormir un rato, cariño. Si no, mami no te llev