—Marcus, no preguntes más… te lo ruego, vuelve a tu habitación. Estoy bien. Pero ahora mismo no quiero verte. Por favor, vete ya… —dijo Rubí entre lágrimas, con la voz rota.
El llanto y el temblor desgarraron el corazón de Marcus como cuchillas invisibles. Con el pecho apretado, la soltó despacio y se apartó. Apenas se separó, el llanto de Rubí disminuyó y su cuerpo dejó de temblar tanto. Ese detalle lo golpeó con fuerza.
La conclusión era evidente: Rubí le tenía miedo.
¿Pero por qué?
Su regreso lleno de entusiasmo se transformó en un torbellino de ira, desconcierto y frustración. No podía aceptarlo. No podía dejar la habitación sin respuestas. Debía descubrir qué estaba sucediendo con esa mujer.
Se incorporó, y en ese instante percibió que Rubí dejaba escapar un suspiro de alivio. Ese gesto lo enfureció todavía más. Ella creyó que se marcharía, pero en lugar de salir, Marcus tomó su teléfono de la mesita de noche, desactivó el modo avión y esperó la señal antes de marcar a Gavin.
Gav