Aun así, su voz se quebró en una mezcla de ironía y celos:
—¿Tenías miedo de sentirte consumido por el dolor de haberla perdido… de anhelarla al ver las cosas que dejó atrás, y por eso nunca miraste dentro?
En otras circunstancias, Marcus habría disfrutado de verla celosa, pues demostraba lo mucho que lo quería. Pero ahora, sus palabras solo lograron irritarlo más. Su ceño se frunció con dureza.
—¿Qué estás diciendo? Serena era mi cuñada.
Rubí apretó los labios, apartó la mirada y murmuró con la voz ahogada:
—No te creo. Solo con ver el contenido de esa caja… no puedo creerte.
Las lágrimas comenzaron a correr por su rostro mientras el dolor y la angustia la desgarraban por dentro.
Marcus, exasperado, la miró con los puños apretados. Al ver sus hombros temblorosos y aquella expresión agraviada, una mezcla de frustración y enojo lo invadió. Conteniendo su furia, preguntó con dureza:
—Has estado hablando de esa caja todo este tiempo. Entonces dime, ¿qué hay dentro?
—Tú mismo puedes verlo