Rubí asintió apresuradamente.
—Ya veo. Dan, iré de inmediato. —Colgó el teléfono.
Al verla tan alterada, Marcus preguntó con seriedad:
—¿Qué pasa?
Rubí, nerviosa, respondió:
—Mi papá está en el hospital. Me voy. Marcus, cuida de Dylan. —Por dentro pensaba: Ayer estaba bien… ¿cómo pudo enfermarse tan de repente?
Marcus replicó sin dudar:
—Iré contigo. Dylan puede quedarse en casa. En el hospital tal vez pueda ayudar.
Rubí vaciló, preocupada.
—Pero...
Él la interrumpió con firmeza:
—No digas más. Vamos.
Rubí suspiró resignada.
—Está bien. —Sabía que, cuando Marcus tomaba una decisión, no había forma de hacerlo cambiar de opinión.
—Papi, mami, yo también quiero ir —intervino Dylan, aferrándose a la ropa de Rubí—. El abuelo está enfermo, quiero visitarlo y animarlo.
Rubí lo miró con ternura y, tras pensarlo, asintió.
—De acuerdo, iremos todos. —En el fondo, la presencia de Melisa en casa la inquietaba; prefería no dejar solo a Dylan.
Marcus los llevó al hospital. Allí encontraron a Dan y