Marcus soltó una carcajada.
—Entonces no te lo diré.
Rubí, frustrada, pisoteó el suelo.
—¡Está bien, te besaré!
Marcus arqueó una ceja con aire triunfante. Se detuvo, inclinó ligeramente la cabeza y acercó su rostro a ella. Rubí resopló y, de mala gana, le estampó un beso rápido en la mejilla. Estaba a punto de apartarse para seguir preguntándole, pero Marcus la sujetó por la cintura y la atrajo hacia sí.
Rubí se sonrojó de inmediato.
—¡¿Qué estás haciendo?! ¡Ya te besé!
—Sí, pero ahora me toca a mí —replicó él con una sonrisa cargada de intención. Con una mano en su cintura y la otra en la nuca de Rubí, la besó con fuerza. El beso fue tan intenso que apenas podía respirar.
La boca y el olfato de Rubí se llenaron del sabor y el aroma de Marcus. Su respiración se aceleró y sus mejillas ardieron. ¿Cómo podía un beso sentirse así...?
Finalmente, cuando Rubí estaba a punto de quedarse sin aire, Marcus la soltó y se arregló la corbata con gesto contenido. Ella lo excitaba demasiado; temía