Rubí se sintió algo incómoda. Frunció el ceño mientras miraba a Efraín y Eva, y dijo con calma:
—Papá, mamá... no importa lo que pase, ustedes me criaron durante muchos años.
Howard y Tara, un tanto tensos, parecieron entender de inmediato quiénes eran los recién llegados. Saludaron a los padres adoptivos de Rubí con cierta torpeza, sin saber cómo actuar.
Dan, en cambio, había perdido la sonrisa. Se mantuvo en silencio, con una expresión fría, observando a Marcia sin disimulo.
—Papá, mamá... hermano —saludó Marcia con una voz suave, casi temerosa.
Los dos ancianos le devolvieron el saludo con un leve asentimiento, pero Dan apenas disimuló su disgusto.
—Rubí, hace tiempo que no nos vemos. Mis padres te han echado mucho de menos. Lo que pasó la última vez fue culpa mía. Ahora que todo se ha aclarado, ¿por qué no hacemos las paces? —dijo Marcia, intentando tomarle la mano con fingido afecto.
Rubí apartó la mano sin titubear.
—¿Ah, sí? ¿Ya volviste con Erick? Se te ve bastante animada —re