—¿A qué te refieres con esa cuestión? —inquirió, con su voz cargada de una necesidad urgente de saber.
El hombre negó con la cabeza.
—Acabo de decirte que no es el momento apropiado para que lo sepas. Pero sí, Valeria, siempre hay una razón detrás de todo.
—¡Espera! —le dijo ella antes de que el hombre se marchara.
Alexander se detuvo, giró otra vez sobre sus talones y la miró, atento.
—¿Qué quieres ahora, Valeria?
—¿Acaso tú sabías todo este tiempo que la mujer a la que yo creí mi madre no es mi madre biológica? —disparó ella, sentándose de nuevo—. Averiguaste mi vida. Si no, no sabrías que en aquel entonces yo tenía deudas, y mucho menos sabrías mi dirección. Estabas investigándome. Así que, supongo que también sabes sobre ellos, ¿no es así?
Alexander parpadeó, manteniendo la compostura. La miró tranquilamente y se encogió de hombros.
—No sé qué es lo que quieres que te diga exactamente, Valeria. Ni siquiera sabía que esa mujer en realidad no es tu madre. Me enteré por