De esa manera, los tres se fueron en el auto de inmediato, conducido por el propio Alejandro. Valeria estaba en la parte trasera, y Diana de copiloto. La madre se giraba constantemente, mirándola con preocupación.
—¿Te encuentras bien, cariño? ¿Seguro que quieres estar aquí?—le cuestionaba Diana.
—No se preocupen por mí. Yo estoy bien—respondía Valeria, aunque el ambiente en el auto era opresivo.
Alejandro se mantuvo firme en la conducción y, en poco tiempo, llegaron al hospital donde tenían a Dina.
Al llegar, vieron a varios oficiales de policía en la puerta, custodiando la habitación. Justo en ese momento, un doctor salía de allí, acercándose a Alejandro y Diana con una expresión que ellos no sabían leer. Valeria se mantuvo sentada en la sala de espera, sin saber qué descifrar del rostro de ese hombre, pero parecía que nada andaba demasiado bien.
Diana fue la primera en abordarlo, con la voz temblándole por la ansiedad.
—Doctor, quiero saber cómo está Dina. ¿Cómo se encuen