—Papá, no creo que...
—No te preocupes, hija—se apresuró en decirle, retomando la conversación mientras desayunaban—. También es un asunto que puedes pensar. Lo que sí es seguro es que debes recuperar tu nombre y tu apellido. Te pertenecen.
Valeria reflexionó sobre ello. Tenía razón; su nombre y apellido de nacimiento, Isabella Beaumont, le pertenecían por derecho, aunque se sintiera ajena a ellos.
—Está bien, Mamá, Papá. Muy bien. Lo voy a pensar estos días.
Ellos asintieron con la cabeza. El silencio transcurrió, medido, mientras disfrutaban del delicioso desayuno, una tregua de calma en medio de la tempestad emocional y legal que se avecinaba.
***
Leo Romano había despertado en su habitación, pero esa mañana se sentía diferente. La imagen de la chica que había atropellado, Bianca, y que seguía internada, no abandonaba su mente. Sentía una curiosidad inusual y una necesidad de saber cómo estaba.
No tardó en salir de casa. Se duchó, se vistió decentemente y decidió ir a verla.
Llegó