Valeria se terminó acostando en esa cama; se sentó en el borde, mirando el techo, todavía con la mirada perdida. Volvía a reflexionar sobre los hechos y se sentía terriblemente mal, odiando con todo su corazón a Alexander. ¿Cómo pudo ocultarle algo tan importante como esto? ¿Cómo pudo engañarla de esa manera? Estaba tan triste, sentía que su corazón estaba roto. El llanto volvió a apoderarse de ella, y fue peor, mucho peor, cuando pensó que ahora lo que ella creyó que pasaría estaba tan lejano de suceder.
Era como si cada uno de los recuerdos que imaginó podrían materializarse en un futuro junto a él, ahora se desmoronaban. No podría vivir nada de eso junto a Alexander, el hombre al que amaba, pero el hombre que también la había engañado.
Mientras tanto, no demasiado lejos de allí, Alexander estaba en su piso, llevando la tercera copa a sus labios. Sentía que todo carecía de sentido; el no saber nada sobre Valeria lo sumía en una profunda angustia.
La culpabilidad lo azotaba con fie