Valeria, nerviosa por la inminente cita, no dejaba de pensar en ello. Al final, sacudió la cabeza, decidida a prepararse. Se dispuso a tomar una ducha y salió envuelta en un paño calentito. Se vistió animada, sintiéndose llena de energía esa mañana, como si el día fuera tan hermoso que ella no lo podía creer. Y todo porque Alexander había decidido ser sincero, y ella también había correspondido. No había nada más bonito que el amor sincero.
Salió de la habitación con una sonrisa radiante en el rostro, sus ojos brillando y sus mejillas sonrojadas. Doris, que ya había percibido la felicidad en el ambiente y los había visto antes, decidió hacerse la desentendida.
—¿Cómo te sientes el día de hoy, Valeria? —preguntó Doris, con una sonrisa amable.
Valeria no pudo evitar ocultar la alegría.
—Decidí hacer lo que me dijiste, Doris. Fui sincera con Alexander cuando llegó, ¡y ahora estamos juntos! ¡Estamos juntos de verdad!
Doris chilló de la emoción y no pudo evitar abrazarla, llena de felicida