Alexander estuvo durante un largo rato allí, en la floristería, esperando que prepararan el arreglo floral. Aunque era un hombre notoriamente impaciente en muchos aspectos de su vida, esta vez no le molestaba esperar en absoluto.
Se sentía diferente por lo que estaba haciendo, con una rara emoción instalada en el pecho.
Por otra parte, decidió llamar a su amigo Leo.
—Leo, ya estoy aquí en este lugar y escogí regalarle algunas flores. Sin embargo, no estoy seguro de qué escribirle. Me han dicho que puedo agregar una nota, pero no tengo idea de qué podría ponerle —confesó Alexander, con un tono de inseguridad que rara vez mostraba.
Al otro lado de la línea, Leo dejó escapar un suspiro exasperado, seguido de una risa leve.
—Alexander, creo que te estás pasando un poco, amigo —dijo Leo, con un matiz de burla afectuosa—. Deberías saber un poco más del tema. Parece que has estado en muchas relaciones, pero definitivamente nunca te has enamorado de verdad. ¿Cómo es que no vas a saber lo que