[SOFÍA]
Mis padres y yo continuamos desayunando en la gran mesa de la villa, el aroma del café recién hecho mezclándose con el de las tostadas y los croissants. La brisa suave roza nuestros rostros, y el murmullo lejano de la ciudad agrega una calma extraña a la mañana. Hablamos de mil cosas: recuerdos de mi infancia, anécdotas de viajes, planes futuros… y por un instante siento que la vida es simple y perfecta.
De pronto, Francesco llega seguido por sus padres, y su sonrisa ilumina mi rostro y, sin perder tiempo, se acerca a mí.
—Buenos días, suegros —saluda divertido—. Perdón la demora, fui a correr un poco antes de llegar, saben cómo empiezo los días.
—Tranquilo —le respondo, aún con una sonrisa—, estábamos desayunando y charlando un poco sobre el futuro.
Papá me lanza una mirada cómplice, y antes de que Francesco pueda reaccionar, agrega sin filtros:
—Sofí nos contó de sus planes, y la verdad es que, si están buscando un bebé, estaría bueno que se casen pronto.
El café que Frances