74. EL PRECIO DE LA MIRADA
[FRANCESCO]
La luz de la tarde golpea fuerte sobre el asfalto del circuito. Las Vegas parece un cañón de neones y humo, el calor vibra en cada respiración. En el pit, todo está listo para la sesión de clasificación. El equipo ajusta cada tuerca, revisa cada dato, Sofía está junto a mí como un faro: concentrada, serena, imprescindible.
Pongo el casco, ajusto las correas, reviso el volante. La radio chisporrotea, los mecánicos hacen los últimos chequeos. Al verme alineado en la parrilla, Sofía me pasa los guantes. Sus ojos grises se encuentran con los míos justo por un instante. No hay cámaras en ese momento, solo nosotros. Y siento que ese momento vale más que cualquier flash.
—Recuerda lo que hablamos —susurro por radio, con la voz tensa—. Hazlo por nosotros.
Ella solo asiente. No necesita decir nada más.
Salgo. El motor ruge como si quisiera devorar la noche. La pista está húmeda en algunos tramos, el asfalto brilla por las luces, por los focos, por la humedad residual. Tomo la prime