64. DEPUÉS DE LA LLUVIA
[SOFÍA]
El murmullo de la lluvia todavía me persigue, como un eco que no quiere apagarse. Cada gota parece estar grabada en mi piel junto al beso que nos expuso. Pero ahora, en esta habitación de hotel, la verdadera tormenta no está afuera: late en nuestros teléfonos, en cada notificación que explota sin descanso como si fueran disparos.
Francesco está sentado al borde de la cama, inclinado hacia adelante, el móvil en la mano. La luz azul de la pantalla ilumina su rostro tenso, marcado por el ceño fruncido y esa respiración contenida que delata que está a punto de estallar. Yo sigo enredada entre las sábanas, con las piernas encogidas contra mi pecho. Miro el techo, incapaz de reunir valor para observar más titulares, más comentarios, más fotos robadas.
—Es oficial —dice de pronto, con una voz grave, como una sentencia—. Somos la portada de medio mundo.
Su celular cae sobre la mesa de noche con un golpe seco. Yo cierro los ojos un instante, como si eso pudiera borrar lo que ya es irre