52. EL MEJOR ERROR
[SOFÍA]
El murmullo de la ciudad todavía se cuela desde la ventana del hotel, mezclado con el eco lejano de una samba que no descansa nunca. Estoy en Río, y aunque anoche firmamos con Valentino & Co. y todo cambió de golpe, ahora el mundo parece reducirse a este cuarto, a la piel de Francesco pegada a la mía, a su respiración pesada y la mía que aún se acomoda.
No quiero hablar de contratos, ni de prensa, ni de la escudería. Quiero sentir.
Él está recostado en la cama, con el torso desnudo, y la sábana apenas cubre su cadera. La luz tenue resalta el tono castaño claro de su cabello, revuelto por el sueño, y me hipnotiza la calma feroz de sus ojos verdes, tan distintos a la dureza que suele mostrar afuera. Tiene esa expresión relajada que pocas veces le veo, como si todo el peso de las carreras y de la máscara que llevamos hubiera desaparecido por un instante.
Me acerco y paso la yema de los dedos por las cicatrices de su brazo; son marcas que cuentan historias que nunca me atrevo a pr