35. DONDE NADIE NOS VE
[FRANCESCO]
El ruido allá afuera se apaga, pero yo sigo temblando por dentro.
Cierro la puerta. No la tranco. No hace falta. En este lugar, el silencio es nuestra única cerradura.
Ella ya está adentro.
No dice nada. Está de pie frente al ventanal, de espaldas, sin moverse. El traje gris le queda más grande hoy. Como si le pesara. Como si todo esto nos estuviera quedando enorme.
La miro. No me muevo.
No sé si tengo derecho.
Pero entonces se gira, y ya está.
Ahí está la verdad.
Corre hacia mí, como si no pudiera aguantar un segundo más, y yo la recibo. No sé si la abrazo o si ella me abraza primero. Solo sé que de pronto tengo la cara en su cuello y el corazón tan cerca del suyo que ya no importa dónde empieza uno y termina el otro.
—Lo lograste —susurra, apenas.
—No sin ti —respondo.
Y es la verdad. Sin ella, no soy nada más que un tipo talentoso con el volante. Con ella, tengo dirección.
Nos quedamos así. Respirando. Cansados. No por la carrera. Por todo lo que no dijimos durante el d