[SOFÍA]
Ciudad de México, 19 de octubre
La pista aún está vacía, pero el ruido ya está en todas partes.
Los mecánicos arrastran cajas de herramientas, los técnicos gritan indicaciones, se oyen zumbidos de generadores y golpes metálicos que rebotan por todo el paddock. El aire huele a humedad, a plástico recién abierto, a café barato. Y a expectativa.
La carrera es en cinco días, pero para mí ya empezó hace rato.
Estoy de pie junto al monoplaza, revisando los datos de presión aerodinámica en los alerones que probaremos mañana. Hace calor, pero llevo la chaqueta del equipo igual. Necesito la capa extra. La protección. La armadura.
Porque desde que aterrizamos en México, no ha pasado una sola hora sin que alguien mencione lo mismo.
“Sofía, Francesco dio una entrevista sobre ti.”
“¿Has visto la foto que subió el equipo? Parecen una pareja de película.”
“¿Ustedes están… juntos de verdad?”
Siempre con sonrisas. Siempre como si no fuera importante.
Pero lo es.
Porque lo nuestro —eso que ni s