122. UN TRATO
[SOFÍA]
Esa misma noche
El silencio en la habitación pesa más que cualquier palabra. Hace apenas unos minutos el mundo parecía caerse afuera: periodistas, flashes, gritos, preguntas que no tenían respuesta. Ahora, todo está quieto. Solo se escucha el suave zumbido del aire acondicionado y la respiración tranquila de Tiziano dormido en su cuna.
Francesco está junto a la ventana, con las manos en los bolsillos, mirando hacia el cielo nocturno. El reflejo de la ciudad se dibuja en el vidrio, y su perfil, cansado pero firme, me recuerda por qué alguna vez me enamoré de él. O mejor dicho: por qué nunca dejé de amarlo.
Matías está sentado en el sillón, en silencio. No ha dicho una palabra desde que Francesco entró. Lo observo, con el corazón encogido. Sé lo que está pensando. Y aunque me duele, también sé que tiene razón.
Se levanta despacio, se acerca a la cuna y mira a Tiziano por última vez. Le acomoda el chupete con una ternura que me parte el alma. Luego me mira a mí. Su sonrisa es tri