117. LA CULPA
[SOFÍA]
El ascensor parece no avanzar. Tengo a Tiziano dormido en brazos, con su cabecita apoyada en mi hombro, y siento que cada respiración suya es lo único que me mantiene en pie.
Todavía tengo el corazón desbocado, las manos temblando y los ojos ardiendo. No puedo borrar de mi mente la mirada de Francesco. Ni su voz cuando me lo preguntó. ¿Es mío?
La puerta del ascensor se abre y salgo con paso rápido, casi huyendo. El pasillo del hotel está en penumbra, iluminado solo por la luz dorada de las lámparas. Cada paso que doy me pesa en el pecho. Siento que el aire me falta.
No sé cómo tuve el valor de mirarlo a los ojos y negarlo. No sé cómo logré pronunciar esas palabras sin que se me rompiera la voz. Tiziano es suyo. Y mentirle fue lo más cruel que hice en toda mi vida.
Cuando llego a la habitación, abro la puerta con cuidado. El olor a colonia infantil y a ropa limpia me golpea de golpe, ese aroma familiar que siempre me calma. Matías está sentado en una de las sillas trabajando en