Capítulo 25
Nikolaus Hoffman

Han pasado dos semanas desde que llegamos a París. Las náuseas de Eva le han dificultado mantenerse activa durante las primeras clases de la mañana, así que decidió cambiar su horario a la tarde.

Y sí… clases. Quedó admitida. Su rendimiento en los exámenes fue uno de los más altos entre más de tres mil postulantes.

Eva es, sin exagerar, un ejemplo de poder femenino.

Me resulta imposible no querer endiosarla cada vez que estoy a su lado. Ha sufrido tanto… y, aun así, enfrenta el mundo con esa dulzura suya, con una esperanza que desarma cualquier sombra.

No sé cómo lo hace.

A veces, cuando la observo en silencio, siento que mi admiración por ella es tan grande que apenas cabe en mi pecho.

—No sé cómo me convenciste de hacer esto —murmuro, fingiendo seriedad mientras me subo al asiento del copiloto.

—Bueno… desde que comenzamos con las clases, el bebé y yo estamos más atentos. Ya no hay náuseas por la mañana —responde, y me regala esa sonrisa perfecta que siempre logra
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