Eva Davies
Conforme avanza el embarazo, mi vientre comienza a notarse. Los médicos ya se muestran más optimistas, Marie llama cada día, y es un suplicio no poder contarle sobre mi bebé ni poder traerla aquí.
Han pasado dos meses y medios desde que el alemán se fue a solucionar todo en su empresa, y su abuelo no ha querido que deje su país… o al menos eso es lo que él me dice.
Sonrío con amargura cada vez que me repite que no podrá volver.
Dos meses, y ya tengo cinco de embarazo. Me había acostumbrado a su presencia, le tengo un cariño muy especial, pero ya saben cómo es: la distancia es el peor enemigo de cualquier relación. Aunque, a veces, estar cerca también lo es. Mis terapias me ayudan a lidiar con mis traumas de abandono y me enfocan en convertirme en mi mejor versión cada día. Es difícil, pero voy encaminada.
—¿Cómo se siente hoy, señorita? —pregunta Isaac con una sonrisa amigable.
—Todo en orden —respondo con la misma amabilidad—. Primero la PSL y luego al café. Keleer llega ho