Damián.-
Ni siquiera el sonido del mar podía sanar el agujero vacío que tenía en mi pecho, bebí otro sorbo de la botella de whisky, deseaba perderme en el azul del océano, dejarme llevar a ver si algo de mi vida se resolvía.
Mi momento fue interrumpido con el sonido de mi celular, rodé los ojos al ver el nombre de la pantalla “Alex”
— No estoy de humor para escuchar las discusiones que tengas con Tom –respondí sin ánimo.
— Damián, pasó algo –su voz sonaba desesperada y sorprendida al mismo tiempo, no sé porque, pero un escalofrío recorrió todo mi cuerpo–. el reclusorio donde enviaron a Olivia… se incendió.
(…)
Conduje por la ciudad lo más rápido que pude, desde un kilómetro se podía ver el enorme incendio, los camiones de los bomberos pasaban a toda velocidad a mi lado. El chirrido de los neumáticos se escuchó en el pavimento, todo era un caos.
— ¡Mierda! –el grito se me escapó, áspero y agudo.
No solo era humo, las lenguas del fuego de un rojo-anaranjado brutal lamían el tech