Esa tarde, Jazmín permaneció en su habitación, recostada en su cama. Intentando dormir un poco para luego poder ocuparse del pequeño Oliver.

Sin embargo, aunque trató de no pensar en Ethan Whote, fue imposible. Cada vez que cerraba los ojos, su imagen aparecía como una sombra que la acosaba emocionalmente.

¿Y si se hubiese quedado? ¿Y si hubiese dejado que ocurriera lo que tanto deseaban? Se preguntó. Aunque sabía que él estaba casado, también sabía que su esposa, lo había abandonado y eso, en cierta forma, le daba ventaja.

Jazmín negó enérgicamente con su cabeza, tratando de sacudir ese tipo de pensamientos. Mas, su mente quería jugarle sucio, y ella lo sabía.

Se levantó de la cama, fue hasta la habitación del pequeño Oliver y allí se quedó, sentada en el sillón, pendiente de sus horarios de comida y de cambio de pañal.

A la hora de la cena, Jazmín prefirió quedarse en la recámara con el bebé. No quería salir de ese lugar y tener que verlo; no quería toparse con él, a pesar