Un amor fugaz.
Al no recibir respuesta alguna de su amante, Stella indignada e iracunda comienza a llamarlo, pero todas y cada una de sus llamadas, fueron redirigidas al correo de voz.
¿Había apagado el teléfono para no atenderla?
—¡Maldita sea! ¿me esta ignorando? —gruñó, lanzando el móvil contra el piso y llevándose las manos a la cabeza.— Voy a destruirte Mateo Lombardi, vas a venir a suplicarme de rodillas que te perdone. Nadie ignora a Stella Whote sin recibir su castigo. Te juro que esta, me la pagas.
Aquella inesperada actitud de Mateo, la llena de sospechas y dudas. Sólo podía estar ocurriendo algo, andaba con alguien más y ella estaba dispuesta a descubrirlo como fuera.
Rápidamente, Stella comenzó a despojarse de la imagen que había preparado para su frustrado encuentro. Con un gesto brusco, se arrancó la bata de seda y encajes, de color rojo que hasta hacía unos minutos había llevado con la intención de deslumbrar a Mateo.
Luego, frente al espejo, tomó una servilleta y, con un ra