Ethan conducía de regreso a la mansión, cuando recibió la noticia del detective Figueroa, quien estaba a cargo del caso de su madre. Los asesinos de su madre habían sido detenidos.
Una sensación de tranquilidad lo invadió momentáneamente, pero cuando oyó los nombres de los implicados, quedó petrificado. Frenó de golpe, permaneciendo en shock por varios segundos. No podía entender por qué Juliette le había hecho eso a su madre, ni mucho menos, que el hombre –de quien tanto desconfiaba– fuese precisamente, el asesino de su madre.
Sólo había alguien que podía decirle la verdad, y esa mujer era la niñera de su hija. Retornó en el siguiente cruce de regreso al hospital. La rabia, la impotencia y el dolor emergieron de su interior con rapidez.
Minutos más tarde, Ethan detuvo el coche frente al hospital y descendió con pasos firmes. Mientras su cabeza era un enjambre de pensamientos venenosos.
Al ver la expresión endurecida en el rostro de Ethan, Mariela presintió que algo nada bue