No supe cuánto tiempo pasamos dormidos, luego del candente recibimiento. Sin embargo, al despertar y posterior a aguantar con cabeza gacha las miraditas de un montón de estudiantes en el instante que me tocó hacer fila para utilizar las duchas; regresé a toda prisa hasta la habitación donde, ese chico, volvió a burlarse a carcajadas desde los restos de su cama. Liberé un lánguido suspiro, aliviado por hallarme a resguardo y aunque su burlesca risa no mermó, me acomodé junto a él.
Kevin se negó mil veces a aceptar, pero estando allí, tendidos sobre el colchón, pedí para él una nueva cama por internet; debía reponer el desastre que provoqué y también otro iPhone porque seguir incomunicado no era opción, quedé sorprendido al ver el suyo apachurrado bajo las tablas. —Omar, te dije que yo puedo resolverlo. &mda