Mentiras y una verdad.
Aunque la culpa no deja de golpear su pecho, se convence de que, en cuanto llegue el momento adecuado, le contará la verdad, porque tiene que decírsela, ¿no?
Había olvidado lo que era sentirse realmente nervioso, pero ahora, mientras el bartender le consigue ropa nueva y él ve a Beatrice quejándose en el sofá limpio, lo hace. No volverá a desaparecer de su vida. Su deber antes era dejar un número de teléfono, algún mensaje, ¡pero demonios! No lo hizo porque tenía demasiadas cosas en la cabeza en ese momento.
—¿Lo has conseguido?
—El señor John salió del club hace unos quince minutos con una señorita, según me dijeron.
Raúl vuelve a llamar a su amigo y este le responde después de un rato.
—Cuestiónale a la señorita dónde vive su jefa.
Hay silencio, y luego, la risita de John, pero también la voz de la mujer, agitada.
—Amigo… La llevaré en unos minutos, solo…
—¿Señor Meléndez…? Oh… Disculpe, ¿mi jefa está bien? Volveré en este mismo instante.
—Solo deme su dirección. Yo la llevaré…
—Per