Punto de vista Maximiliano
Al regresar a casa, todo estaba en silencio, parecía que estaba en orden, di dos aplausos y la luz de la sala de estar se encendió.
Suspiré aliviado, solamente había unos cuantos juguetes regados en la sala, levanté la mirada y sobre uno de los sofás, estaba un menudo cuerpo acostado cubierto con una manta, apreté los ojos, ¡Madison mi amor!
Me acerqué lentamente, acaricié su cabello, y le di un beso en la frente, ella apenas masculló y siguió durmiendo, admiraba la capacidad de Madison para dormir tan plácidamente.
La alcé en mis brazos y ella se despertó, abrió sus ojos perezosa, y cuando sintió mi tacto, se colgó a mi cuello, la llevé por las escaleras alzada hasta la habitación.
Durante todo el camino no deje de admirar su rostro, su preciosa cara, sus pestañas agachadas, su nariz torcida que jamás quiso operarse, sus labios carnosos y su frente marcada, no era perfecta, pero si preciosa, mi preciosa, y por ella, me enfrentaría a toda la población d