Olej Romanov
- ¿Dónde está ese maldito ruso? - era el grito que escuchaba desde mi oficina el día de hoy, no pensé que sería tan temprano, en fin, mejor me preparo mentalmente para escuchar a este idiota.
Había salido temprano para reunirme con el Juez Sawyer, un gran amigo y quien era el que había dado la denuncia anónima para movilizar al fiscal de distrito y tener a ese imbécil de Scott a un tris de estar tras las rejas.
- Déjenlo pasar, quiero ver qué quiere. - le dije a uno de mis hombres, quería verle a la cara y preguntarle qué se sentía al tener todo cuesta abajo.
- Si jefe.
A los segundos entra el hombre que había llegado a la cúspide de la idiotez con la cara desfigurada y los ojos inyectados de rabia.
- ¡Maldito infeliz!
- Hola, Laurent, mi buen amigo ¿Qué te trae por aquí?
- Cállate, imbécil y dime ¿por qué me estás haciendo esto?
- ¿De qué me hablas? - respondo con naturalidad.
- Lo sabes, maldito animal.
- Amigo, pero si nos vimos en la cena de caridad, no esperaba ver