Otro fin de semana había llegado, trayendo consigo la emoción de Marina por los planes que había hecho con su amiga. En el cuarto, separaba algunas pertenencias y acomodaba una pequeña bolsa con todo lo que necesitaría para usar en el apartamento del novio de Andressa.
Daniela pasa por la habitación de su hija y la observa tan animada a primera hora de la mañana. La curiosidad la llevó a interrumpir la preparación.
— ¿Adónde vas, Mari? — pregunta, intrigada.
— Pasaré el fin de semana con Andressa — responde, sin apartar la vista de la pequeña bolsa.
— ¿Con Andressa? ¿Y dónde se quedarán? — cuestiona Daniela, interesada.
— En el apartamento de su novio — responde de manera casual.
Al oír eso, el interés de Daniela se agudiza. Entrecierra los ojos, intentando entender mejor la situación.
— Entonces, ¿conoces a su novio? — indaga.
— No, no lo conozco — responde. — En realidad, nunca lo he visto y, probablemente, tampoco lo veré hoy, porque estará de viaje.
Daniela frunce el ceño, ahora l