En la panadería por la mañana, Marina toma su café de costumbre, intentando disfrutar de un momento de tranquilidad antes de enfrentar otro día de trabajo. De repente, Sávio llega y la saluda con un beso cariñoso.
— Buenos días, amor — dice él, con tono apasionado.
— Buenos días — responde, esbozando una sonrisa discreta.
Sávio se sienta a su lado y la observa.
— Vine a buscarte para llevarte al trabajo — anuncia, como si fuera lo más obvio del mundo.
Ella lo mira en silencio por unos segundos. Por dentro, siente una mezcla de gratitud e incomodidad.
— No necesitas hacer eso — responde con calma.
Atento a las expresiones de ella, sonríe levemente, pero sus siguientes palabras, aunque dichas en un tono suave, cargan un veneno implícito.
— Claro que sí, si no corro el riesgo de que ese jefe idiota tuyo aparezca por aquí.
Aunque percibe la indirecta en la frase de su novio, Marina decide ignorarla para evitar una discusión. Antes de que pudiera decir algo, Daniela se acerca con una sonri