Al día siguiente, Marina y Víctor regresan al apartamento en el que estaban hospedados en Río de Janeiro. El clima entre ellos está visiblemente frío y distante, muy diferente al inicio del viaje. Los cruces de miradas, las conversaciones penetrantes e incluso los momentos de estrés que antes llevaban una chispa de algo más, ahora son solo ecos lejanos de una relación profesional, con barreras claramente definidas.
Los siguientes tres días que pasan en Río son monótonos y llenos de formalidades. Marina se ocupa con las tareas rutinarias, revisando documentos y finalizando informes pendientes. Víctor, por su parte, se sumerge en reuniones y encuentros relacionados con el caso.
Cada vez que se cruzan en el apartamento, intercambian pocas palabras, y lo que antes era una tensión contenida ahora se transforma en una indiferencia mutua. Ambos mantienen la fachada de profesionales dedicados, y lo que fuera que hubiera existido entre ellos parece haber quedado enterrado en los días de trabaj