Marina suspira, aún sin saber si reírse de la situación o sentirse intimidada por el gesto extravagante. Pero, en el fondo, sabe que no se trata solo de los zapatos. El regalo representa mucho más que eso: es un reconocimiento, un gesto de gratitud que, viniendo de Víctor, es algo raro.
— Bueno, si es por eso, lo acepto y agradezco que hayas tenido la atención de comprarlos para mí — declara, dejando brotar una leve sonrisa, intentando ocultar la mezcla de emociones que siente.
— Parece que combinan contigo — dice él, satisfecho al ver el brillo en sus ojos. — Elegantes, fuertes… e irresistibles…
Marina traga saliva, sin saber cómo reaccionar a las palabras de Víctor. Él se acerca, reduciendo la distancia entre ambos y, de repente, se arrodilla frente a ella.
Aquella escena la deja completamente desconcertada. Ver a Víctor Ferraz, un hombre siempre tan dominante y seguro, de rodillas ante ella, es algo que nunca imaginó presenciar. Él toma los zapatos y, sin decir nada más, se los col