Al darse cuenta de lo que estuvo a punto de hacer con Víctor en aquel apartamento, Marina se levanta bruscamente del sofá y camina hacia el balcón, intentando encontrar en la brisa de la noche carioca algún alivio para la confusión de pensamientos que invaden su mente.
—Dios mío, no puedo creer que hice eso —murmura, llevando las manos a los labios aún calientes por el beso de Víctor Ferraz—. Mi primer beso… y fue con el hombre que intenta sacarme de quicio todos los días —susurra para sí, sintiendo cómo el peso de la culpa se instala.
Desde joven, Marina se negó a seguir el mismo camino que la mayoría de los jóvenes de su edad. Mientras sus amigas coqueteaban con chicos durante los recreos, ella se sumergía en libros, decidida a alcanzar sus sueños. Cuando algún chico la invitaba a salir, su excusa era siempre la misma: necesitaba estudiar. Así vivió, priorizando los estudios y la carrera, dejando los sentimientos amorosos en segundo plano.
Aun así, hubo un momento en que comenzó a s